La balada del pajarillo

Por Álvaro Bustos González



La gran mentira -o el mayor autoengaño- de los novelistas consiste en creer que ellos escriben ficciones. Si eso fuera cierto, nadie habría considerado que la novela es la historia subterránea de los pueblos, ni nadie pondría a la renombrada condición humana como el meollo de toda gran obra literaria. Esa labor, algunas veces sublime, es producto de una inmisericorde técnica de relojería en la que el autor, maniatado por sus obstinaciones más lúcidas, va zurciendo las lianas de una o varias historias que se bambolean sobre los abismos del espíritu humano.

En esta novela, que con técnica apoteósica escribió Germán Espinosa (1), no se sabe qué es más de admirar, si la solidez narrativa del escritor, su erudición musical, pictórica, lingüística y poética, o la intensidad del infortunio de amor que allí se plasma y que lleva al degradamiento, al alcoholismo y a la drogadicción.

Braulio Cendales es un afamado crítico de arte y restaurador de cuadros coloniales que publica notas de opinión, no siempre ecuánimes, en una revista especializada. Primitivo Drago es un pintor con aspecto de vampiro melancólico, cuya mujer, la catalana Mabel Auselou, enloquece a Cendales, primero por amor y después por desamor. Ron Wingo, biólogo, y su esposa Margoth, que semeja el porte de un ave zancuda, completan el pequeño grupo. Entre ellos, como ocurre en la vida real, se establece una relación de amistosas puntillas que gira alrededor del vino, las comidas y las conversaciones sabihondas, en las que cada uno explaya la vanidad de sus viajes y conocimientos.

Cendales, a partir de un sueño con una cervatilla blanca en una pradera verde surcada por un riachuelo, y de la visión de un cuadro de la Virgen del Amparo, que él consideró premonitorio, quedó amarrado a la hermosura sobrenatural de Mabel Auselou. Cuando Mabel, con cierta facilidad, se le entregó, Braulio no vislumbró lo que le esperaba. Cándidamente supuso que el destino lo había premiado con la mujer de sus enigmas onírico-pictóricos.

Braulio y Mabel, que comenzaron amándose con algunas precauciones, terminaron haciéndolo a sabiendas de Primitivo, que la esperaba todas las noches guareciéndose del frío, de la brisa o de la lluvia bajo su capa de murciélago, mientras su esposa se despedía ahíta de los aposentos de Cendales. Cierta vez, mientras Primitivo lloraba y clamaba al cielo, el par de amantes se refocilaban en el mar bajo la luz intermitente de un faro, haciendo caso omiso de las imprecaciones del vampiro burlado y del chacoloteo del agua en los arrecifes.

Mabel, de un momento a otro, se tornó inapetente. Una vez que Braulio la inquirió sobre qué tanto lo amaba, ella le respondió entregándole una hoja en blanco. Después nadie volvió a verla. Cendales, entonces, se fue directo donde Primitivo, quien sin mosquearse le replicó que su mujer había regresado a España, dejándolo abandonado junto con su hijo. Braulio no le creyó, y a partir de ese momento empezó a incubar la idea perturbadora de la venganza, siempre con la certidumbre de que Drago la había asesinado.

El delirio paranoide de Cendales tomó cuerpo el día en que, a la entrada de la casa de Primitivo, vio un cuadro pintado por éste que mostraba un pajarillo muerto aprisionado entre unos ladrillos rojos. Del catalán, o del antiguo lenguaje de Occitania, Braulio dedujo que Auselou quería decir pajarillo. La idea obsesiva estaba perfectamente estructurada.

Desde ese instante, Braulio Cendales se entregó a su autodestrucción. Comenzó a visitar cantinas, requirió muchachitas de la noche y se expuso al fracaso de su hombría; apeló a la cocaína y profundizó su afición al whisky, y así continuó hasta la ruina definitiva, no sin antes contratar a un ex convicto para que le hiciera un daño irreparable a Primitivo, a quien él seguía considerando el autor de la desaparición de Mabel Auselou, su Dama Blanca, su cervatilla adorada...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Señor comentarista, creo que le faltó explicitar en su escrito el tema central de la novela, porque a pesar de ser evidente, la historia de amor es secundaria. Lo importante siempre se halla entre líneas, así, la Poesía: puta o doncella.

Anónimo dijo...

Alguien que no haya leído el libro y que lea esta reseña, nunca leerá el libro, se dan cuenta que estan revelando el final? Siempre me ha parecido un acto canalla revelar finales.

Sebastian Pineda Buitrago dijo...

Pedimos disculpas por haber publicado esta reseñasin editarla. Ya lo hemos hecho y la pueden ller tranquilos

Unknown dijo...

Pongan el resumen