Por: Sebastián Pineda Buitrago
“Algún día no lejano – vaticinaba Baudelaire en alguno de sus ensayos – se comprenderá que toda literatura que se niegue a caminar fraternalmente entre la ciencia y la filosofía es una literatura homicida y suicida.” Baudelaire reafirma la convicción que obliga a todos los grandes escritores, desde Dante y Quevedo, a esbozar su pensamiento a través del ensayo literario, de no conformarse con la “mera” intuición. Lo anterior sirve para contextualizar la importancia que posee, en la literatura colombiana, la obra de Germán Espinosa. Posee, como se verá, los requisitos que reza Baudelaire para la supervivencia de la literatura: dotada de grandes ficciones y de grandes ensayos. Cada uno de estos ensayos nos va acercando a las lecturas y a los autores que más han fascinado las hondas horas de estudio de este gran escritor. De esta última afirmación, para que no se califique de ligera, es bueno aclarar dos cosas: la primera, que su generosa erudición, expuesta en varios de estos ensayos, nos permite descubrir autores y libros hasta entonces insospechados por muchos de nosotros – yo he conocido poetas como el persa Omar Khayyam, novelistas alemanes como Hoffmann, gracias a estos ensayos –; y la segunda: la facilidad de estudiar la literatura universal como parte de nuestra tradición. Aparece, en su imagen más nítida, la figura de Borges. En el ensayo: “Borges, el maestro de la crítica”, Germán Espinosa lo aborda como el escritor que mejor ha cumplido el ideal de Flaubert, esto es, ser un perfecto hombre de letras. Alguien que primero se forma con ahínco y decisión en la lectura, es decir, en la crítica, en el ensayo, para luego probar sus propios experimentos. “Borges fue antes critico que narrador. Cuando, después del accidente que le motivó una septicemia aguda, se resolvió a escribir narraciones fantásticas, sus juicios sobre Kafka se hallaban ya maduros y publicados (Tomo II, Pág. 118).” Borges solía creer que: “la casi infinita literatura estaba en un hombre. Ese hombre fué Carlyle, fue Johanes Becher, fué Whitman, fué Rafael Cansinos Asséns, fué De Quincey (Otras Inquisiciones, Pág. 23).” Ese hombre puede ser también Germán Espinosa.
En estos Ensayos Completos hay múltiples temáticas del orden de la cultura universal, vistos con el perfil de un literato y de un colombiano. Ahora bien, demos paso a estudiar su obra ensayística. Agrupan estos dos tomos de Ensayos Completos seis libros en total: La liebre en la luna, La aventura del lenguaje, Guillermo Valencia, Luis Carlos López, La elipse de la codorniz, y El sueño ético en Atenas y otras prosas. Allí está clarísima su desbordada pasión por el género ensayístico, pues cuando surgió la propuesta de compilar sus ensayos – gracias a Leticia Bernal, entonces directora del Fondo Editorial EAFIT –, pensó que muchas de sus novelas y cuentos podían también ser ensayo, así vistos por algunos críticos. Pero el ensayo, aunque admite la ficción, no puede alcanzar el vuelo de un poema, ni de un cuento, mucho menos de una novela, aunque ésta esté llena de temas históricos y culturales, como El signo del pez. El sueño ético en Atenas y otras prosas, es el único libro inédito de estos Ensayos Completos. Germán Espinosa, en éste, cumple con el inevitable peregrinar de todo gran escritor hacia el mundo clásico. Empieza con una digresión sobre el pensamiento relativista de Protagóras, aquel que pone en tela de juicio nuestras verdades más aceptadas. Tal pensamiento relativista, “que inspira un miedo inconsciente”, apela al concepto de Heráclito: “nadie se baña dos veces en el mismo río; todo es fluido y cambiante”. La ética y la justicia son relativas, y así pueden llegar a ser falsas. Sin embargo, la humanidad no ha renunciado a ese sueño de Platón y Aristóteles según el cual haya una educación que incline al ser humano a desear sólo lo bueno y lo noble; de ostentar una aristocracia fundada en el mérito. El sueño ético en Atenas es un bosquejo por la filosofía clásica en busca de reivindicar las ideas de la virtud y del bien, sí, en una época ausente de tan imprescindibles valores. De hecho, este ensayo puede ser una forma eufemística para llamar la atención sobre el descarrilamiento de nuestra sociedad. El título parece ser, al cobrar tintes tan propios y candentes, un sueño ético moderno, el sueño ético en Colombia.
Por lo demás, el padre del ensayo moderno, Montaigne, declaró que el ensayo no necesita tener pruebas, pese a que sostenga teorías inimaginables, pues de lo contrario podría verse como algo dogmático. Y el ensayo es libre como el pensamiento. De esta manera, que el lector encuentre compendiado en estos dos tomos de Ensayos Completos el pensamiento de un escritor librepensador; el bagaje intelectual de un colombiano que ha escrito obras maestras de la literatura universal.
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