¿SUPO MUCHAS COSAS O CONOCIÓ UNA GRAN VERDAD?
Por Sebastián Pineda
El ensayista judío Isaiah Berlín, basado en una verso del poeta Arquíloco según el cual "la zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran verdad", divide a los grandes escritores en estos dos animales. Para él, son erizos quienes relacionan todas las cosas a una simple y única visión, a un sistema más o menos coherente o articulado basado en términos ajustados a lo que ellos entienden, piensan y sienten - apoderándose de la esencia solitaria, universal, en una idea que halla su significado en ella misma. Son zorros, en cambio, quienes persiguen muchos fines, a menudo no relacionados e incluso contradictorios. Estos últimos se entretienen en ideas centrífugas más que centrípetas; su pensamiento es disperso o difuso moviéndose en varios objetos o tratando de encajar en ellos. Al primer tipo de personalidad intelectual y artística pertenecen los erizos; al segundo, las zorras. Y sin insistir en una rígida clasificación, Isaiah Berlin dice sin temor a equivocarse que, en ese orden de ideas, Dante pertenece a la primera categoría, Shakespeare a la segunda; Platón, Lucrecio, Pascal, Hegel, Dostoiesky, Nietzsche, Ibsen, Proust son, en distintos grados, erizos; zorras son Heródoto, Aristóteles, Montaigne, Erasmus, Moliére, Goethe, Pushkin, Balzac y Joyce.
Me pregunto a mi turno a qué categoría pertenece Espinosa: ¿a las zorras o a los erizos? ¿Su literatura es monista o pluralista, quiero decir, su vision es de una sola cosa o de varias, compuesta por una sola sustancia o por elementos heterógeneos? No hay una inmediata y clara respuesta y aclaro que posiblemente no la resolveremos en este ensayo. Pero intentémoslo.
Isaiah Berlín explora la personalidad artística de León Tolstói, cuya impresionante novela "LA GUERRA Y LA PAZ" sobre la invasión de Napoleón a Rusia en 1812 ha servido para toda clase de análisis. Berlin se dio cuenta que Tolstóy fue por naturaleza una zorra, pero que creía ser un erizo debido a su personalidad aristocrática. La visión de la historia exhibida por Germán Espinosa en "LA TEJEDORA DE CORONAS" también se ajusta mucho a la visión de Tolstoy, en cuanto ambos demuestran que toda vez que la historia se gobierna por el imperio de la razón - como querían los enciclopedistas franceses y más tarde Marx - la humanidad cae en una guerra espeluznante.
En ese sentido, Espinosa parece por naturaleza de la especie de las zorras. Lo cierto y lo paradójico, sin embargo, es que en una misma persona puede presentarse las dos categorías. Sé que Espinosa en todos sus libros asumió que el mundo es muy complejo; dudó de la existencia de un solo principio ordenador de todo el universo; no creyó en las verdades incontrovertibles, y más aún, entendió que las distintas verdades del universo son entre sí contradictorias. Con la estrategia del zorra, dio como un hecho de la naturaleza la pluralidad, lo múltiple y lo diverso; acudió a muchas técnicas (se advierte en los registros de sus novelas) porque comprendió qué infinitos son los escenarios a los que debía enfrentarse; su principal temor se cifró en derrotar fanatismos y concepciones unidimensionales de la realidad, a través de la presentación de una realidad mutante, mostrando cómo el mundo se transforma y se subvierte sin cesar. Desconfió de las utopías, de los paraísos y de todo lo que estaba de moda, en una palabra, de la Razón porque con ella, como lo vemos tanto en "La tejedora de coronas" como en "Los cortejos del diablo" y "La balada del pajarillo", nos convertimos en brujas o en monstruos.
A ratos, sin embargo, la personalidad de Espinosa tuvo mucho de erizo: atacaba de frente por cuanto luchaba por ser incorruptible; a veces sufría de necedades inútiles (como la de no simpatizar con sus enemigos ni siquiera en los triunfos) y era inevitablemente terco. La desconfianza formaba parte de su naturaleza, y por eso tuvo la espalda recubierta de púas - a muchos les parecía distante, atipático, hosco, sañudo, misántropo. Era como el coco o la piña: duro y espinudo por fuera, dulce y jugoso por dentro. Así se protegía de sus desiguales, de suerte que prefería intercambiar opiniones con quienes de antemano simpatizaban con él o lo admiraban de alguna manera. Sí: tuvo mucho de erizo.
¿Fue Espinosa por naturaleza un erizo que creyó ser una zorra? O, como Tolstoy, una zorra que creyó ser un erizo?. A quién se parece más: ¿a Shakespeare o a Dante, a Proust o a Moliére, a Dostoviesky o a Joyce?
Continuará...
1 comentario:
Más que erizo fue un erizado... q.e.p.d.
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